jueves, 5 de agosto de 2010

A-S Mutter en el recuerdo

Que Anne-Sophie Mutter es una extraordinaria violinista no es ningún secreto, como tampoco lo es ese aura que la acompaña: no sabría bien decir si de mito, de leyenda, de excepcionalidad; en todo caso algo prodigioso, de esa etérea sustancia que estructura la genialidad, y que tanto nos atrae.
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Tal vez debido a su impresionante carrera de virtuosa, frontera límite de la excelencia; al apadrinamiento desde chiquilla del muy mediático Karajan; a la increíble belleza sonora de su Stradivarius (nombre siempre mítico). Cualquiera de ellas y muchas más, por separado, y todavía más en conjunto, hacen imposible negarse a escucharla cuando se acerca a tu propia casa. Una cuestión de apetito…
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Programada su actuación para el pasado 18 de junio en A Coruña, dentro del Xacobeo Classics, la expectación y la acogida fueron de fábula. Encajada en un sugerente, y ya habitual, vestido de sirena, en color azul, escote palabra de honor, apareció acompañada por el pianista Lambert Orkis. Y se presentó con un programa ecléctico y poco homogéneo:
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Sonata en sol menor de C Debussy: prodigio de la mano izquierda en unas nubes sonoras que semejaban circulación sin vasos...
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Sonata en fa mayor de F Mendelssohn: pasión contenida, desmelenamiento peinado, romanticismo clásico...
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Fantasía sobre Carmen, de P Sarasate: sabor popular, digitación, extroversión, colorido...
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Pero fue en la Tercera Sonata en re Mayor op 100 de J Brahms donde todo su virtuosismo musical brotó indómito:
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-Irresistible hermosura de un sonido fuera de lo común, natural, cristalino, de infinitos colores, aterciopelado, amoroso, agradecido, seductor, pura ternura para la rama coclear del octavo par craneal.
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-Técnica apabullante, asombrosa, para la que nada parece tener secretos: afinación, digitación, pizzicati, ataques de arco, fraseo, control de dinámicas, …

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-Calidez en la interpretación, interiorizada a ojos cerrados, extrayendo la esencia de la partitura con diluvios de emoción, desde el alma del instrumento hasta la de la audiencia.
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Un conjunto de cualidades al servicio de la profundidad angustiosa y arrolladoramente humana del superlativo Brahms, cuyos ocres colores fueron evidenciados sin pudor.
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Orkis fue un acompañante delicioso, dialogante, ensoñador, de fraseo exquisito y muelle: un precioso contrapunto a su altura.
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Pasemos a escucharla tocando los cuatro movimientos de la mencionada Sonata en la grabación de 1982 con Alexis Weissenberg (cortesía de TheLeonardoSaez):
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Allegro

Adagio

Un poco presto

Presto agitato

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Seducción y embeleso ante una mujer fascinante…

3 comentarios:

Joaquim dijo...

Me ha dado un vuelco el corazón tu titular.
Luego he visto que no, que no era lo que he intuido.
Esta señora es fabulosa y al principio me cabreaba cuando la tildaban de fenómeno mediático, de violinista de pasarela y no sé cuantas burradas más.
Ella ha podido con todo y sin perder, eso si, un ápice de la elegancia externa y sobretodo la interna.
Fascinante intérprete.

Josefina dijo...

No acierto con las palabras... no encuentro calificativos porque no los necesita. Una vez más, me hace vivir la música con intensidad renovada.
Tu crónica es exquisita Barbebleue.
Gracias.

Titus dijo...

Para demostrar que no es una violinista de pasarela sólo hay que ver la portada de los conciertos de Mendelssohn y Bruch que grabó con Karajan cuando era una jovencita, con ese jersey que parece que se lo haya tricotado el mismísimo Belcebú, es lo más antiglamuroso del mundo. Sin embargo, las interpretaciones son estupendas. Luego creció y se puso estupenda, pues muy bien, pero su calidad ya estaba fuera de dudas.