jueves, 31 de marzo de 2011

El Gran Formato de R. Schumann

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Y azules centellas arden

en cada hoja y raíz,

y luces rojas corren

en loco y enmarañado círculo

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-Dichterliebe- H. Heine

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El amor de Clara Wieck y Robert Schumann fue digno de una época, el Romanticismo: l’amour fou. Contra viento y suegro, en 1840 hubo matrimonio; un año más tarde un fruto musical: la Fantasía para piano y orquesta, que tras su inicial fracaso, se completó con dos movimientos más para convertirse en el Concierto para piano y orquesta en la menor op.54, estrenado en Dresde en 1845, con Clara al piano.

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Schumann fue siempre un miniaturista de la composición, pero a instancias de su esposa y algunos colegas y amigos (Mendelssohn, Schubert), paulatinamente se fue acercando al Gran Formato orquestal. Incapaz, según reconocía, de escribir una obra para virtuosos, la especial sensibilidad de Schumann nos legó una obra intimista, con un lirismo arrollador, pero de pasión recogida, en el que el solista dialoga con la orquesta sin predominios: un amor clásico, una obra de pareja. Como dejó escrito Clara “un concierto rico en invención, lleno de frescura y perfectamente cohesionado”

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Sin desbordamientos técnicos gratuitos y vacuos en el teclado, y sin una orquestación apabullante, todo se dirige, y consigue, una espontaneidad, una claridad de sentimientos y una musicalidad portentosa. Una música grande para un sentimiento íntimo. Una obra maestra, que pasamos a escuchar desde la Gewandhaus de Leipzig, con la gran Martha Argerich y Riccardo Chailly a la batuta (vídeos HDvideocollections )

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I. Allegro affettuoso: tras el brusco inicio del solista, de inmediato aparece la melodía del tema principal en el oboe y la trompa, los cuales la traspasan al piano para que éste la extienda desde el allegro al appassionato pasando por el andante espressivo, añadiendo motivos secundarios en el diálogo con la orquesta, como una variación, como un círculo:

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II. Intermezzo –Andantino grazioso- : esta delicada y sencilla joya camerística comienza con un elocuente y juguetón coloquio entre solista y orquesta, con notas picadas, hasta que la entrada de los violonchelos anuncian la cálida melodía schumaniana. Al final, las maderas evocan el tema del movimiento anterior para, sin solución de continuidad, atacar el finale:

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III. Finale –Allegro vivace- : aparece el Schumann más brioso, desplegado en dos temas principales, donde el contraste se objetiva en el tratamiento del ritmo, ingeniosamente entrecortado; movimiento falsamente proteico, poesía de verbo rotundo:

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Robert Schumann, el poeta del norte: el mejor traductor a música de la inmensa sensibilidad de la poesía.

jueves, 24 de marzo de 2011

Zemlinsky (VII): “SAREMA”

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“que quede escrito con lágrimas en el polvo:
he osado vivir y amar”
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Alexander Zemlinsky, una personalidad entre la tradición y la modernidad: compositor, director y maestro de maestros, “su terreno es la ópera” (Werfel)
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Su ópera prima se debe, en gran medida, al concurso convocado en 1893 por el Príncipe Regente Luitpold de Baviera para premiar una nueva ópera alemana. Un joven Zemlinsky de 23 años, presentó al concurso Sarema, Die Rose vom Kaukasus basada en la obra teatral homónima de Rudolf von Gottschall, con la que alcanzaría el segundo premio, logrando varias representaciones. En 1897 fue estrenada en Munich, y en 1899 en Leipzig, luego desapareció de los programas hasta 1996, año en el cual se repuso en Tréveris.
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La obra, de alcance histórico y político, narra hechos todavía de actualidad: las luchas de ocupación y liberación de los pueblos caucásicos, en concreto la guerra ruso-circasiana (1863-1864) y la consiguiente anexión de Circasia al imperio zarista. Toda una epopeya personificada, y dramatizada, en el papel de la heroína, vencida por la utopía del amor.
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Ópera arrebatada, lírica y épica, ejemplo de las precoces dotes orquestales de Zemlinsky: todo el colorido y la máxima expresividad como señas de identidad de su magistral orquestación. Todavía lejano al lenguaje más personal y expresionista de sus últimas óperas, retrata con gran intensidad el lirismo desgarrado de la protagonista, en la mejor tradición romántica alemana nacida con Weber; y a la vez, los momentos más épicos de la contienda, reforzados por un impulsivo, y wagneriano, coro. Partitura de gran pulsión dramática, de amplias líneas melódicas, con personajes muy bien caracterizados en una situación extrema. Como en la Norma belliniana, no hay salida… Sarema es el problema y la solución. Ella es la Rosa del Cáucaso, es la ópera entera.
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El papel central de Sarema, para una soprano lírica de amplio fiato, lírica-spinto, se acompaña con la distribución clásica de roles masculinos: el perverso barítono de emotivo fraseo, barítono verdiano, de Cherikov, y el tenor secundario, linfático, menor pero necesario, un lírico-dramático para el papel de Asslan; y cómo no, el bajo serio como Profeta.
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La única grabación comercial, ya descatalogada, es del año 1996; en ella destaca la idiomática lectura orquestal del húngaro István Dénes, y el convincente retrato de la protagonista a cargo de la soprano estadounidense Karin Clarke:
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Cherikov: Laszlo Lukas
Godunov: Nick Herbosch
Sarema: Karin Clarke
Amul Beg, el padre: Andreas Scheel
Asslan: Norbert Kleinhenn
Profeta: Jury Zinovenko
Orquesta y Coros: Trier Theatre
Director: István Dénes
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Acto I: en el campamento de los invasores rusos, el príncipe coronel Cherikov comenta con su capitán Godunov cómo salvó a Sarema de los cosacos durante la batalla de conquista. Ella, ahora, enamorada de su salvador vive con los enemigos de su pueblo, desgarrada entre su amor por el oficial zarista y la lealtad hacia sus hermanos y su patria. Asslan, un joven príncipe circasiano, todavía enamorado de Sarema, se adentra en campo enemigo para salvarla ante el inminente ataque de liberación de su pueblo. Tras hablar con ella, es detenido y sentenciado a muerte, pese a las súplicas de la joven. Sarema maldice su suerte, y decide volver con su pueblo “ayudadme a expiar, que el odio no triunfe sobre el amor”
Última escena “Kein Word der Gnade” :
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Acto II: en las montañas próximas, la tropa caucasiana es arengada por el Profeta (Imán). Llega Sarema para exigir una intervención inmediata, con el fin de salvar a Asslan. Siendo acogida con temor, odio y prevención, incluso por su propio padre ciego, tan solo el Profeta reconoce en ella la voluntad de expiar su crimen. Con la bandera de su pueblo en una mano y la espada de su padre en la otra, se pone al frente del ejército circasiano.
Comienzo: “Der du hoch in den wolken thronst” :
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Acto III: vencidos los rusos, Cherikov es hecho prisionero. Encadenado a sus pies, Sarema no soporta la visión derrotada de aquel que “nunca derramó una lágrima por ella”, y pese a la alegría de la victoria, tras liberarle, ella se quita la vida.
Escena final: “Frei bist du, Dscherikoff”:

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Pinturas: Franz Roubaud

jueves, 17 de marzo de 2011

“Six Concerts Avec Plusieurs Instruments” (1)


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Todo comenzó con una adquisición: en 1719 JS Bach se fue de compras a Berlín en busca de un clave para el Príncipe Christian Leopold de Cöthen, su patrono. Durante su estancia en la capital tuvo oportunidad de interpretar algunas de sus obras para el Margrave Christian Ludwig de Brandemburgo, quien le encargó unas partituras para su pequeña orquesta.
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En el tardobarroco el Concierto era la máxima y más popular forma de expresión musical instrumental, así que el 24 de marzo de 1721 Bach envió un manuscrito al Margrave conteniendo Seis Conciertos Para Diversos Instrumentos. Había estado revisando su obra concertística, compuesta para su orquesta de Cöthen, y de ella escogió aquellas partituras que consideraba más adecuadas para la ofrenda. Algunas piezas fueron recuperadas de antiguas obras y otras completadas para la ocasión; en ningún caso se trató de un ciclo nuevo.
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El taller-laboratorio de Bach funcionaba a jornada completa, y ya tenía suficiente fondo de armario al frente de la pequeña pero coqueta Orquesta de Cöthen para extraer una música fascinante, que parece nunca recibió los honores de ser interpretada por la de su destinatario.
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No fue hasta 1880 cuando Spitta, biógrafo de Bach, añadió la Marca del destinatario de tan bella música: Seis Conciertos de Brandemburgo BWV 1046-1051 (y así pasaron a la historia)
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Siendo uno de los mayores exponentes del Bach más secular, más cortesano, el gran valor de dichos conciertos, aparte de su belleza melódica y armónica, estriba en la variedad tímbrica e instrumental puesta en evidencia hasta límites casi insanos para la época. El color, las texturas, las combinaciones atrevidas de sonoridades, todavía nos sorprenden y por momentos nos suenan muy modernas. La sabia combinación de formas, del concerto grosso y el concierto solista se instala en toda la obra sin límites claros.
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Concierto n.1 en fa mayor bwv 1046 para 2 corni di caccia, 3 oboes, fagot, violino piccolo, cuerdas y continuo
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Es el único de su estirpe que consta de cuatro movimientos y tiene ascendencia formal francesa. El origen del primero, segundo y cuarto movimientos se remonta a la Sinfonía de la Cantata de Caza bwv208 (1713) a los que Bach añadió un tercero.
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Una entrada triunfal, pompa y gloria, el triunfo de César según la interpretación simbolista de Philip Pickett, ennoblecida por el sonido, y la ceremonia, de la trompa de caza. Una obra vitalmente colorista en su juego de metales y maderas, desde el cobre al palisandro, y el efecto contrastante de la árida sonoridad del violín piccolo (una tercera más alto).
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Escuchemos la primera versión históricamente informada (como se dice ahora) que penetró mis oídos: The English Concert dirigidos por Trevor Pinnock (vídeos EuropaCandidus)
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I. (Sin indicación de tempo) (Allegro): comienza con la estrepitosa aparición de las trompas en solista, para alternarse y fundirse con los oboes, entre incursiones del ritornello, a un ritmo galopante.
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II. Adagio: desprovista de metal, Bach encarga una amarga melodía en canon en el oboe y el piccolo, con efecto tremolante, y cuyo final, entre silencios, pudiera tomarse como algo contemporáneo.
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III. Allegro: un concertado en el que reaparecen las trompas para decorar el palacio sonoro, entre las cuales flotan los violines en solistas, bajando y reposando en la cuna de las maderas, antes de remontar el vuelo; mientras el lucimiento en la fiesta corresponde a los solos del piccolo.
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IV. Menuetto - Trio I - Menuetto - Polacca - Menuetto - Trio II - Menuetto: suite de danzas con un atomizador minueto en el tutti que separa los dos tríos para viento, el primero para oboes y fagot, el segundo para trompas y oboes, y la danza polaca para cuerdas situada justo en su punto medio, y que nos retrotrae al origen del movimiento, pues el Elector de Sajonia era también Rey de Polonia.
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Unos Conciertos que merecen cada uno una pieza separada. Una música formidable, mi primera música culta. Amigos, esta música me pone a 110 (más, ahora no se puede)

miércoles, 9 de marzo de 2011

Y Liszt destrozó la Sonata…

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Resulta suficiente nombrar su título, Sonata en si menor, para que el aficionado exhale un UFFF! abrumado por su monumentalidad de ambiente sinfónico, y el profesional exclame un UFFF! preocupado ante su virtuosismo y el ingente despliegue de tensiones, liberadas en la mayor obra pianística de Franz Liszt.
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Una partitura llamada a revolucionar, yendo dos pasos más allá, la sonata para piano, todavía deudora de Beethoven en ese período tan atractivo en el que el clasicismo se nos pone romántico. Y una dualidad contrastante que se evidencia en todos los aspectos de la obra:
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Dualidad virtuosismo – intensidad emocional: con inmensos contrastes de tempo y dinámica.
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Dualidad en la forma: manteniendo la estructura básica de la sonata clásica, ésta se desestructura en un todo continuo, como de un solo movimiento se tratase, en una denominada forma cíclica (M. Gallego)
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Dualidad tensión – relajación del continuo fluir sonoro, desde la solemnidad de sus temas hasta el más encendido romanticismo.
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Dualidad entre su tonalidad principal y la indeterminación tonal de toda la obra
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Dualidad de carácter: como el propio compositor, el hombre apasionado y el más místico. La lucha brutal de dos polos opuestos…
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Dualidad entre su consideración de música programática o "música pura".
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Dualidad del momento más sutil y poético hasta el más superficial y espectacular.
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Dualidad en su recepción por crítica y colegas: desde el aburrimiento de Brahms, la crítica adversa de Hanslick, o el gran elogio de Wagner.
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Dualidad entre las raíces beethovenianas y su consideración como música nueva, en sentido despectivo (sí, ya por entonces estaban en eso)
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Dedicada a Robert Schumann en 1853, por entonces ya ingresado en Endenich, con todo el genoma del Beethoven más percutivo e influida por la Fantasía Wanderer op 15 de F. Schubert, la Sonata en si menor se construye sobre cinco temas principales, tratados y repetidos en distintas tonalidades, manteniendo la clásica subdivisión en Exposición Allegro energico – Grandioso -, Desarrollodel Presto al Quasi Adagio- y Conclusión-recapitulación, con vuelta al tema principal tras el fugato. Sin pausas ni respiraciones entre sus partes se podría considerar una completa variación de un solo motivo (C. Arrau), abriéndose y cerrándose en el Lento assai
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Con esta grandiosa partitura que ronda la media hora de duración, Liszt evolucionó la sonata para piano, consiguiendo, a la vez, una sensación de sonido orquestal por sus inmensas escalas y saltos de octavas, no solamente como mero adorno, sino como proceso constructivo.
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Otra característica muy peculiar de esta obra es su cualidad de dejar muy abierta su interpretación, lo que nos permite, como oyentes, disfrutar de todos y cada uno de los muchos y variados acercamientos que han hecho, y hacen, los grandes pianistas: desde la poesía colorista de Arrau, la fogosa impetuosidad de Argerich, la nacarada nobleza de Bolet, la magia de Horowitz, la elegancia de Kissin, la voluptuosidad virtuosística de Yundi Li, o el sinfonismo de Zimerman. De éste último, una de las que más me gusta, escuchemos un extracto del comienzo de la obra (en youtube pueden disfrutar de la obra completa); al tiempo que lo contrastamos con la tórrida versión de Nicholas Angelich de hace un par de años en París.
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Krystian Zimerman -vídeo fitetu1980-
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Nicholas Angelich -video Barbebleuei-

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cuarta de Brahms: “umbrosa caminata”

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
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-Antonio Machado-
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La Sinfonía N. 4 en mi menor op98 de J Brahms, estrenada por el propio compositor en 1885 con la orquesta de Meiningen, con la presencia de un joven Richard Strauss, fue un rotundo éxito.
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Su última obra sinfónica recrea un auténtico paseo en solitario por los parajes, casi siempre sombríos y brumosos, del compositor de Hamburgo; una trágica marcha hacia adelante, una caminata por la vida…
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I. Allegro non troppo: el tremendo impulso inquietante del primer tema en los violines rompe la inercia del viajero precipitándole camino abajo, hacia lo desconocido; hacia la melodía de las violas, oscura y triste.
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II. Andante moderato: tema legendario en las trompas, recogido en el clarinete con las cuerdas en pizzicato, a modo de marcha lenta, sin prisas, rememorando. El paso se apresura en el segundo tema de las cuerdas, al tiempo que se oscurece el paisaje, bajo un bosque de caducas, para retornar a la llamada ancestral de la trompa y agotarse en los timbales.
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III. Allegro giocoso: en el falso scherzo todo se anima, entran piccolo y triángulo, el clima se hace acogedor, de sabor popular, mientras parece brillar el sol sobre un sendero que se hace fantástico. Reaparece la quietud y el follaje con las trompas, de un modo misterioso…
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IV. Allegro energico e passionato: una portentosa chacona preclásica en estilo trágico, rotundo y hermético; con el añadido de los trombones, los metales presentan el tema de la cantata bachiana bwv150, y se lo entregan a las maderas brahmsianas para evolucionarlo en más de treinta variaciones de instrumentación cambiante y rica: la variación progresiva (tan cara a Schönberg). Brahms nos lleva de excursión, una vez más, de la mano de JS Bach, a través del ser humano y su propia variación (evolución)
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Los vídeos, de abbjorko, pertenecen a la interpretación de la Orquesta del Estado de Baviera bajo la dirección del genial Carlos Kleiber: siempre un muestrario de elegancia en el fraseo, pulcritud estilística, juego de dinámicas, claridad de texturas,… y las más altas cotas de emoción artística.
Su lectura para DG con la Filarmónica de Viena es sencillamente magistral.