philippe jaroussky by Simon Fowler
La verdad es que era igual que fuese el último día laborable
de la última semana del mes más gris. Era lo mismo que hubiese que salir de
viaje con la noche otoñal ya encima. No importaba que el cansancio y las
preocupaciones se fuesen amontonando día tras día hasta dejarte exhausto. Sabes
que el esfuerzo merece la pena, que la terapia es muy eficaz, y nada te
arredra. Esperas el Arte con toda su carga liberadora. En mayor medida, si cabe, cuando el motivo de la excursión se llamaba
Philippe Jaroussky, un valor seguro,
una medicación deliciosa más aún cuando el excipiente es ciento por ciento
Antonio Vivaldi. Por si todo ésto fuera poco, si a todo ello se le une algún amistoso
reencuentro al calor de una taza de chocolate y unos churros de Bonilla compartidos, coges el coche como
un niño en la víspera de Reyes.
La cita era en el teatro Rosalía de Castro, calle Riego de
Agua en A Coruña, dentro del ciclo de otoño de la Temporada Lírica. Viernes, 28
de noviembre 20:30 h.
Ante todo, seamos justos: el excelso contratenor francés no
llegaba solo. Como compañía instrumental se envolvía en el Ensemble Artaserse, un grupo de cuerdas y continuo de sonoridad
deliciosa y elegante, perfecto envoltorio para el Arte de Jaroussky. Sus
intervenciones en solitario revisaron tres Conciertos para cuerdas y una
Sinfonía del prete rosso, alcanzando
el cénit con el precioso RV522 para dos violines, número 8 de L'Estro Armonico, en el cual el diálogo de los dos
solistas hizo olvidar por unos minutos el nombre de Philippe.
Pero no nos engañemos, el mago que oficiaba, el motivo de la
quedada, era un joven de impoluto
aspecto y musicalidad extrema. Jaroussky hace natural al contratenor, convierte
cualquier sentimiento (affetto) sea
furor, melancolía, resignación, ternura… en vocalidad emitida desde una aparente
facilidad, para un efecto balsámico sobre una audiencia que la recoge como un
solo ser, transformando penas y fragilidades en paz y felicidad. Y si creen que
estoy exagerando, pregunten a la salida de un concierto.
Porque el Arte de Jaroussky
está por encima del completo dominio de todas las cualidades de la voz
humana: fraseo exquisito, coloratura sencilla, articulación natural, manejo del fiato, de la regulación… No, no! su Arte radica en la
expresividad, descarada y contagiosa; habita en una musicalidad tan asombrosa que
parece sobrenatural. Es una continua siembra de flores vocales. Jaroussky es
Música, y punto…
El programa era también exquisito y bien estudiado; Vivaldi
a tiempo completo, pero, con gran acierto, comenzando con piezas de su maravillosa
Música Sacra, para calentar voz y audiencia. En primer lugar, el Stabat Mater RV621, dolor contenido en
hermosura profundamente humana; su Eia
Mater fue de arrobamiento. Fantástico el cierre de la primera parte con el motete Longe mala, umbrae, terrores RV629,
otra delicia expresiva.
(vídeo SJuli)
La segunda parte, como era de esperar, ofreció el ataque a
variadas arias de ópera: la pirotecnia vocal del aria de Argillano “Se in ogni guardo” del Orlando finto pazzo, la melancolía del
aria de Anastasio “Vedro con mio dilecto”
del Giustino, y las dos arias de
Licida de L’Olimpiade, la plácida “Mentre dormi” y la frenética “Gemo in un punto e fremo”
Tres bises y despedida a lo grande:
“Sento in seno
ch’in pioggia di lagrime” de Giustino: una
maravilla en pizzicati:
(vídeo
KARL MORE)
"Se lento ancora
il fulmine" de Agrippo: el
furor desatado.
"Cum dederit" del Nisi Dominus RV608:
angelical o arcangelical, tengo dudas.
Y sin embargo, juraría que la emoción fue más intensa cuando vino a SdC hace tres años…
¡Qué cosas tiene el recuerdo!